03 agosto 2006

DR. HOUSE CAPÍTULO 7: BONE



Taberna de Barrelhaven, en otro mundo, en otra época…

Fone Bone no podía creerse lo que veían sus ojos. Después de la gran nevada y de ser perseguidos por toda una horda de mostrorratas, había tenido que separarse de sus primos Smiley Bone y Phoney Bone. Los había estado buscando desde entonces, pero no consiguió encontrarles y, ahora, sin esperarlo, se los encontraba discutiendo en las afueras de una taberna.
- ¡¡Primo Fone!! – Smiley Bone era más bonachón y cariñoso, y no tardó en correr a abrazarlo.
- Pero, ¿dónde os habíais metido? Mirad, esta es Thorn, es la chica que me ha estado ayudando a buscaros y… ¡oye, Phoney! ¿Adónde vas?
El más avaricioso de los primos había oído dentro de la taberna, que el viejo Lucius tenía una fortuna escondida en algún sitio. Mientras los demás celebraban el reencuentro, él decidió echar un vistazo entre los matorrales de alrededor.
Los primos y la joven Thorn decidieron seguirle para reprenderle por su comportamiento. Después de todos esos días sin verse y no le echa la más mínima cuenta a su primo. Cuando se quisieron dar cuenta, se habían adentrado de nuevo en el bosque y, en breve, estaban rodeados de mostrorratas. Fone Bone comprobó con desilusión que su primo Phoney seguía con la misma habilidad para meterse en líos que siempre. Pero lo peor estaba por venir. De pronto, todos sintieron una presencia sofocante e incómoda. Cuando la siniestra figura encapuchada apareció, todos sintieron un escalofrío por la espalda. Se trataba del mismísimo Señor de las Langostas, no uno de sus lacayos ni siquiera esa asquerosa rata gigante de Kingdok, era el señor oscuro en persona.
- Ah, es el portador de la estrella – dijo con una voz que helaba la sangre.
Levantó su delgado brazo e hizo un gesto extraño. De pronto, un rayo de energía salió disparado hacia el grupo, pero no les alcanzó de lleno. El viejo Lucius, el dueño de la taberna de Barrelhaven, los había seguido y consiguió apartarles a tiempo. Sin embargo, el rayo alcanzó a Fone Bone y a su primo Phoney. Las dos criaturas Bone desaparecieron del bosque como si nunca hubieran estado allí. Tuvo lugar allí una lucha, persecuciones, duelos, y llantos por la pérdida, pero eso es otra historia que ya contaremos otro día…

Robert Chase recogía el premio de la última apuesta que le había ganado a su compañero de residencia, el doctor Foreman.
- No sé cómo sigues apostando en su contra, tío… --dijo entre risas,
La Dra. Cuddy, directora del Hospital, entró en la sala y los mandó rápidamente a una de las habitaciones. Al parecer, la reciente ola de super héroes y tipos raros se estaba convirtiendo en el trabajo habitual de las últimas semanas, aunque por la actitud de su jefa, esto debía ser algo muy gordo.

No era menos de lo que se esperaban. La habitación tenía todas las cortinas corridas, y en ella estaban, además de House y Cameron, un extraño tipo con una gabardina y dos criaturas blancas, rechonchas y sin pelo con un aspecto extrañísimo. El que tenía la camiseta con una estrella era el paciente, y tenía un aspecto realmente malo. Cuando entraron los tres últimos, cerraron la puerta y el tipo de la gabardina se dispuso a hablar.
- Perdone. –dijo la Dra. Cuddy—Aquí no se puede fumar…
- Disculpe. –apagó el cigarrillo—Mi nombre es John Constantine y me encontré con estos personajes hace un par de días, en Londres. Al parecer son de otra dimensión, de un mundo llamado Boneville…
- En realidad… --intentó rectificar Bone.
- Hemos estado intentando devolverles a su mundo, pero de unos días para acá, el de la camiseta de la estrella comenzó a perder el apetito y a ponerse cada vez peor, hasta el punto de que ya no para de vomitar y tiene unas diarreas tremendas. Casi hemos encontrado la forma de enviarlos de vuelta a su casa, pero pensamos que tal vez en su estado actual no soporte el paso al otro mundo.
El doctor House lo dejó terminar respetuosamente. Cuando acabó su exposición, se dirigió hacia la puerta, ante la extrañeza de los demás.
- ¿Adónde crees que vas? –dijo Cuddy enfadada.
- A descansar un rato. Evidentemente, esto no es un caso para mí. Llamad al veterinario.
- Al menos, échale un vistazo antes de descartar nada, ¿no? No sabemos nada sobre ellos.
- A ver –dijo House dirigiéndose al paciente—toque cada uno de mis cinco dedos con los suy… ¡oops, perdón! Pero si sólo tiene tres… Bueno, entonces le haré una otoscopia a ver si… ¡vaya! Pero si no tiene oídos… Mirad, chicos, yo conozco la fisiología humana, no la del Don Limpio de Tierra-2…
- ¡Ja! –Constantie dejó escapar una risotada, que fue rápidamente reprendida por las miradas de los demás—Perdón…
- Piensa en ellos como si fueran humanos –intentó argumentar la siempre dulce Cameron.
- No puedo. No lo son.
House salió de la habitación y se dirigió a su despacho. La preocupación dominaba las caras de casi todos los allí presentes, excepto por la de una persona que cada vez le iba conociendo un poco más.
- Creo que sé cómo hacer que se interese por el caso –dijo Cameron.

House miraba su pequeño televisor con los pies sobre la mesa, cuando entraron los residentes en la sala.
- No os molestéis, no pienso cambiar de opinión…
- No lo pretendemos. —dijo Foreman—Sólo queremos usar la pizarra. Si no te importa, claro…
House hizo un gesto afirmativo con desconfianza. No se creía que fueran a dejarle al margen tan fácilmente. Decidió seguir a la expectativa y volvió a su serie favorita.
- Bueno, hemos dicho que tiene anorexia, náuseas, vómitos y diarrea –Foreman iba apuntándolo todo en la pizarra.
- La analítica es un poco extraña, apenas tiene leucocitos. De hematíes tampoco anda sobrado precisamente.
- Sí, Robert, aunque no sabemos si es normal en su fisiología. Tal vez vengan de un mundo en el que no les hace falta defenderse de nada.
- No lo creo, si tienen glóbulos blancos y glóbulos rojos, deben tenerlos en cantidades normales…
House fingía mirar la televisión, pero miraba de reojo a sus alumnos y no perdía detalle de lo que decían. En dos ocasiones, tuvo que morderse la lengua para no intervenir.
- Yo creo que es un claro síndrome mielodegenerativo. La médula no está funcionando como debería. De ahí el resto de síntomas… --dijo Cameron alzando la voz para asegurarse de que la oían.
- ¡Pero bueno! ¿Desde cuándo una falta de leucocitos y hematíes produce vómitos y diarrea? ¡No puedo creerme que fueras a quedarte tan pancha con ese diagnóstico!
House no pudo aguantar más y se levantó acercándose a la pizarra. A mitad de camino, se dio la vuelta y recogió su bote de pastillas de encima de la mesa.
- Ya, pero…
- ¡Ni peros ni nada! A ver, ¿es que no habéis aprendido nada de las últimas semanas? De veras, no es que tenga intención de hacerme cargo de Casper, pero ¿qué factor ha sido vital para resolver nuestros casos en los últimos seis o siete casos?
- ¿El que tú decidieras no excluirte del caso? –soltó Foreman con tono rencoroso.
- ¡No! ¡La historia clínica! ¿Qué ha hecho estos días atrás? ¿Qué suele hacer? ¿Ha tenido alguna vez algo similar? ¿Cómo es su mundo? ¿Qué comen allí? Por lo que yo sé, con esas defensas tan bajas, bien podría deberse todo a la polución de este mundo, o incluso sólo a la de ese inglés que va con ellos, que no deja de fumar… Dejaos de tantas pruebas por descartar. Haced pruebas porque penséis que pueda deberse a algo concreto. –los residentes se quedaron igual que estaban, como si no acabaran de entenderle—Está bieeeen, vamos a ver a la nueva mascota del Hospital.
Chase torció el gesto y le pasó lo que había ganado unas horas antes a su compañera, que sonreía victoriosa.

Cuando House entró en la habitación, además de Constantine y los dos Bone, se encontraba una impresionante chica morena, con medias de rejilla, un esmoquin y un sombrero de copa.
- Vaya, creí que te había contratado para dentro de un par de horas, pero bueno… dame un par de minutos que acabe con esto y nos vamos a mi despacho.
- Pero, será… ETETREIVNOC NE…
- Zatanna, por favor, deja al doctor trabajar… --intervino Constantine.
- Bueno, chiquitín, ¿podrías contarme qué estabais haciendo en vuestro Disneyworld peculiar antes de llegar aquí?
- Verá, Smiley y Phoney habían desaparecido después de la tormenta de nieve. Huíamos de una manada de mostrorratas cuando nos separamos. Yo encontré a Thorn, que es una chica muy guapa, y conocí a la abuela Ben y entonces nos fuimos a Barrelhaven, donde nos dirigíamos a la taberna del señor Down cuando me volví a encontrar con mis primos, pero entonces, el avaricioso de Phoney, que está siempre buscando oro por todos lados, se metió en el bosque, y un Señor Oscuro encapuchado salió a nuestro encuentro y nos disparó un rayo, pero Lucius se metió por medio y… ¡aparecimos en este mundo!
- Vaya, qué buena historia habría salido para un comic… Bueno, echémosle un vistazo a tu primo.
House comenzó a examinar al curioso ser. La piel era extraña, como plástica, y parecía un muñeco más que un ser vivo. El blanco perlado le daba un aspecto aún más artificial, aunque House vio que en las manos el blanco adquiría una tonalidad rojiza y una textura ampollosa. Siguió examinando el cuerpo del paciente y le levantó la camiseta. Phoney hizo un brusco movimiento de defensa para proteger algo, lo cual provocó que cayera su saquito de monedas al suelo. House levantó la camiseta por esa zona y su cara mostró una expresión nada halagüeña.
- Por favor, llamad a seguridad, tienen que aislar la zona. Lo que quiera que esté en ese saco, es radiactivo.

La habitación parecía un laboratorio. Todos tenían que ir con trajes de protección, excepto los dos humanos raros que aseguraban estar protegidos por un encantamiento de la maga.
- Y si sois magos, ¿por qué no podéis curarle? –decía House.
- No es tan fácil, podemos ayudarle a sanar, pero no podemos curar –contestó Zatanna sin acabar de relajar el entrecejo.
- Pues si no podéis ayudarle algo más, podéis ir despidiéndoos de él. Aquel rayo que le dispararon de algún modo, irradió las monedas del chiquitín. Ha estado expuesto a una fuente radiactiva muchos días. El daño medular ya es prácticamente irreversible así que, si vosotros no podéis hacer algo, yo tampoco.
Un tipo con una gabardina azul y un sombrero entró en la habitación. Tras la alarma inicial por la exposición a la radiación, hizo un gesto indicando que también estaba a salvo.
- Mi nombre es Phantom Stranger, doctor. Es un placer conocerle, su reputación le precede.
- Vaya, veo que las gabardinas están de oferta. Podríais formar un grupo y llamaros la Brigada de los Gabardinas…
Phantom Stranger y Constantine se miraron con complicidad y sonrieron.
- Según mis investigaciones, la única oportunidad que tiene de salvarse, es devolverlo a su mundo. Allí la magia es muy fuerte, especialmente la de los dragones, y siento una fuerte acumulación de magia venidera. Debemos mandarlos de vuelta y esperar que la poderosa dragona Mim pueda intervenir en la salud de nuestro curioso amigo.
- No se preocupe, señor. Yo me encargo de encontrar a ese dragón. ¡Me encantan los dragones! –dijo Fone con valentía.
- De acuerdo, me rindo: dragones, magia, criaturas, ratas monstruosas,… llevaoslo y haced lo que tengáis que hacer.
House cogió su bastón e hizo un gesto para que saliera todo el mundo de la habitación. Un resplandor rebosó por las cortinas. Pasados unos segundos, todos miraban con una mezcla de miedo y curiosidad. Ante la falta de iniciativa, House se acercó a la puerta y la golpeó con el bastón. La habitación estaba vacía y limpia como si nadie hubiera estado allí. El médico suspiró cansado y pensó en voz alta.
- Creo que me voy a tomar unas vacaciones…

No hay comentarios: