31 enero 2007

24 EN MADRID: CAPITULO 12, EL FIN



Jack salió del Centro de Salud y se dirigió hacia el mercadillo a localizar a los ladrones de los originales de Ibáñez. Le pilló otro atasco, pero consiguió llegar en 40 minutos, toda una proeza, teniendo en cuenta que se hallaba a 3 kilómetros de donde estaba. Cuando llegó, una patrulla entera de la Guardia Civil se encontraba esperándole para ayudar a localizar los dibujos. Jack dio instrucciones a todos de lo que tenían que buscar y comenzó a mezclarse entre la gente de puesto en puesto.

- ¡Ay, niña, mira tenemos los calcetines, dos por uno. Te llevas dos calcetines y pagas un par sólo!
- ¡El disco del Bisbal, mireusté, y el de la Niña Daconte, y el Grandes Éxitos de los chunguitos!
- ¡Mira, niña, la pinícula del Equipo Ja, que te mueres de la risa, y tenemos también la del Bras Pin, que es de llorar, pero mú bonica!
- ¡Los tomaates, a euro y medio el kilo, oiga! ¡Y mira las lechugas, dos por un eruro!
¡Ahí estaban! En el puesto de verdura, los tenían entre los periódicos, dispuestos para envolver la mercancía. ¡Todos unos originales de Ibáñez! Bauer dio la orden y la patrulla de Guardia Civil se acercó al puesto.
- ¡Agua, agua!—se oyó de ningún sitio.

Antes de que pudieran darse cuenta, el mercadillo a su alrededor había desaparecido y sólo quedaba el puesto con los dibujos de Ibáñez. Jack se fue hacia ellos y los cogió. Estaban manchados de café y bastante arrugados, pero se mantenían prácticamente íntegros. Los gitanos comenzaron a dar gritos:

- ¡Ay, miiira el payo malaje que le va a quitar los dibujos al niño, pobresito, con la ilusión que le hasiiiían!
El niño de a su lado comenzó a llorar. La gente que pasaba por la calle comenzó a mirar mal a Jack.
- Señores, que son unos originales de Ibáñez que los han robado...
- Mira que quitarle el dibujo al niño...—decía uno.
- Desde luego, qué tiempos...—decía otro.

Jack no se podía creer que la gente se pusiera de parte de los criminales. Miró al Jefe de la Guardia civil que le acompañaba, buscando complicidad, pero este le respondió:

- Total, son unos tebeillos de nada, qué más le da...
Jack había pasado las peores 12 horas de su vida, así que cogió los originales y se los dio al niño. Se dio media vuelta y marcó un número en su móvil:
- Nina, soy Jack. Búscame el primer avión que salga de este infierno de país... ¡YA!

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