02 enero 2007

¡ELIGE TU PROPIA AVENTURA! ESPECIAL: LAS PEORES NAVIDADES DE PAPA NÖEL

Santa Claus iba contrarreloj. Sus renos habían confundido el barreño de agua con el de whisky que Santa guardaba para rellenar las botellas de Jack Daniels de sus regalos, así que tenían el sentido de la orientación un poco afectado.
- ¡Venga, Rodolfo! No podéis hacerme esto. Tenemos a miles de niños españoles esperando que les deje sus regalos... Oops, que se me olvida, el saco de carbón para los niños malos. A ver, los primeros de mi lista son este tal Mushu, por pedirme a una muñeca hinchable con forma de anciana y a este tal Phin por pedir una Pamela Anderson de chocolate blanco... menudos sátiros. Y encima me ponen en la carta que quieren que Planeta no edite cómics con errores tipográficos... Ja, para bromitas estoy yo. ¡Hala, pues carbón para los dos!

Santa Claus azuzó a sus renos y comenzó a volar con su trineo. Pronto se dio cuenta que iba haciendo eses, y que tal vez sus renos habían bebido demasiado licor. Decidió bajar de altura, por si sus renos acababan perdiendo la orientación, que la caída fuese desde poca altura... Rápidamente se dio cuenta de que iba por la capital del país, más que nada por los atascos que se detectaban desde lejos.

- ¡Bailarín, ten cuidado que vas a hacer que nos choquemos con ese...!
Era demasiado tarde, se habían chocado con un coche que estaba esperando pacientemente la cola. Un tipo con barba de dos días se bajó hablando por el móvil:
- ¡Nina, he tenido un problema! Un tipo gordo vestido de Santa Claus ha chocado su trineo contra mi coche. Creo que vas a tener que buscarme una ruta alternativa para llegar...
- Usted perdone, señor...
- ¡No tengo tiempo de charlar con usted, buen hombre! Tome, tenga mi tarjeta para arreglar lo del seguro. Nina, ¿sigues ahí? Tengo que llegar a la GUÁ a cargarle la batería al móvil, que está en las últimas...



Santa Claus se dio cuenta de que no tenía mucho que hacer con aquel tipo tan estresado, así que retomó el vuelo y se dirigió a la primera casa de su lista. Estaba en la Moraleja, en una casa lujosa. Por lo que había escrito debía ser una niña pequeñita entrañable, pues su carta decía:

“Querido Santa Claus. No sé por qué si eres hombre, te llaman Santa en lugar de San, pero me da igual, yo sólo quiero que me traigas un yate y que me quites a mi compañera Raquel de mi lado en el programa. No hace más que meterse conmigo, verde de envidia... Te ruego que no vuelvas a traerme un libro, que todavía tengo ese que me trajiste hace tres años sin empezar. Tu siempre admirada, Sofía.”

La imaginación de aquella chiquilla era prodigiosa, así que le llevó lo que le había pedido: el yate de las Bratz.

Una vez dejados los regalos partió hacia su siguiente destino: una clínica de un sexólogo. Su carta le había preocupado un poco, porque se le veía algo cansado. Decía:

“Querido Santa Claus. Este año he sido muy bueno, he trabajado mucho (demasiado) y sólo quería que me trajese una nueva identidad. Estoy cansado de aguantar las desviaciones de esos tipos aparentemente heroicos, pero que luego resultan ser los mayores sátiros del Universo. De hecho, no acaba de quedarme claro que a un tipo de su edad le de por vestirse de rojo y salir por ahí con unos renos, uno de ellos con la nariz roja como un tomate y que brilla. ¿Seguro que su relación con los animales es sana? Si en cualquier momento deja de ver a esos renos como un medio de transporte, no dude en consultarme. Un cordial saludo.”

Como lo vio tan estresado, había decidido llevarle el pietronic 2000, ese aparato para relajar la tensión corporal masajeando los pies. Lo dejó cuidadosamente y partió de nuevo.

Su siguiente destino era en Sevilla, y casualmente era la amiguita de la niña del principio. Esta se veía algo más adulta, aunque su carta decía:




“Querido Santa, yo sólo quiero ganar el programa en el que participo en otra cadena, el Club de Flo. Sólo por poder refregárselo por la cara a mi compañera todo el año daría dinero. Para que veas cuánto lo deseo, no pido más que eso. Un beso fuerte”.




Como su capacidad regaladora tenía un límite, decidió dejarle el libro “¿Quién se ha llevado mi queso?” que había resultado muy popular a la hora de inspirar confianza interna a las personas. Sin más, partió hacia su siguiente destino.


Ahí empezó el problema: Después de dejarle un montaje con Photoshop a sus siguientes niños en los que aparecían como miembros de un verdadero grupo de superhéroes (lo que le habían pedido) tenía que abandonar España para cruzar el charco hacia Gotham y Metropolis. Llevaba los trajes de lentejuelas que un tal Bruce y un tal Clarkito habían pedido, pero el salto espacio-tiempo requería la concentración de sus renos... y no parecían demasiado concentrados. Los serenó cantándole una nana y los acarició con mucho cariño, intentando transmitir todo el calor que pudo. Después dio el salto en su trineo. No tardó mucho en darse cuenta de que se había equivocado de localización. Unos tipos jugaban al fútbol en un terreno de juego en mitad del campo, sin nada alrededor. Un pato que hablaba, un equipo de superhéroes, una metamorfa, jugaban sin aparentemente preocuparse por el juego limpio. Cuando vio cómo el pato le arrancaba una pierna de un picotazo al que llamaban Owlman, empezó a preocuparse, pero lo hizo aún más, cuando miró al lado y vio a Melchor, Gaspar y Baltasar vestidos de corto, dispuestos a entrar en el terreno de juego.
- Hey, Santa, ¿tú también te has perdido? Bueno, echamos un partidito rápido y nos volvemos, ¿no? Venga, anímate, que nos hace falta un portero...

¿Continuará?

1 comentario:

Anónimo dijo...

K SE FUMEN EL INCIENSIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!
No tengo nada mas que aclarar...jejeje. Muy bueno lo del tipo de 24, lo uniko k es una putada k sigua alli despues de tres meses....pero el se lo ha buscado!
Nada un besiko y k este año me ria aun mas k los anteriores...