10 septiembre 2007

ELIGE TU AVENTURA: TORO, PRIMERA PARTE

Nota: Comenzamos la nueva temporada con una sorpresilla. Esta serie no continuará la semana que viene, sino que lo hará más adelante, en forma de comic. No será a modo de serial como la reinona o la gayna (¡adémás he convencido a Mushu para que no salgan gays! ;) ) sino que su formato será de comic book por entregas. Pero como con todo lo que hacemos en el blog, necesitamos vuestra ayuda. Queremos que decidáis el destino de nuestro superhéroe, así que al final de la historia hay una pequeña encuesta. Pronto volveréis a tener noticias de Toro, pero de momento, la semana que viene volvemos al Elige Tu Aventura clásico y con el mismo funcionamiento de la temporada pasada. Así, podréis sugerir cochinadas, aberraciones sexuales y tramas retorcidas de esas que tanto os gustan. Espero que este pequeño experimento de esta semana acabe por buen puerto y os guste el resultado. No me enrollo más, con todos ustedes, Toro.
El despertador sonó a las 7:45 A.M. como cada día. Luis Toro se levantó de un salto, se aseó lo justo y salió disparado hacia la Universidad. Vivía a menos de un kilómetro, lo cual le permitía dormir cerca de una hora más que la mayoría de sus compañeros de clase. Aún así, el 101% de las veces, llegaba tarde a clases.
- Hey, tío—dijo su compañero cuando Toro se sentó a su lado—. A veces pienso que, aunque durmieras en este aula, también llegarías tarde.
- ¿Qué quieres, macho? Ayer me acosté a las tantas jugando al World of Warfcraft...
- Pues el señor catedrático viene hoy de mala leche, así que has tenido suerte de que...
- A ver, señores—bramó una voz desde el frente del aula—, a lo mejor no están satisfechos con haber llegado tarde y ahora se tienen que poner a contar cómo les ha ido el fin de semana.
- ¡Qué cabrón!—dijo el compañero de mesa entre dientes— Yo no he llegado tarde.

A las 10:00 los alumnos salieron de clases y se dirigían a toda prisa hacia el hospital para hacer las prácticas.
- Eres un cabrón, Toro. Así voy a aprobar cuando me crezca el pelo en los talones... No puedo creerme que hayas conseguido que me coja manía. Tío, tenía el primer parcial aprobado con un condicional y ahora seguro que...
- Pedro— dijo Toro agarrando a su compañero por los brazos—. Ya. Basta. Coge aire. Inspiración. Espiración. No te van a suspender. El año que viene serás médico. Y yo. Y seguiremos viviendo con nuestros padres. Y seguiremos estudiando como perros. Y seguiremos sin comernos un colín. Y la “Hippy de pega” seguirá sin hacernos caso. Relájate, por Dios.
La “Hippy de pega” era una compañera de clase, Almudena Toral, que seguía una filosofía de vida que se podría catalogar como hippy, pero con los medios de una de las familias más adineradas de toda Sevilla, e incluso de media España. Toda la Facultad de Medicina se moría por sus huesos, pero el día que explicaron lo del amor libre y los hippies, ella faltó a clase...
Como los grupos de práctica se distribuían por apellidos, Toro se había llevado toda la carrera haciendo prácticas con ella, pero aún así no pasaban de un formal “hola”y “adiós”. Aquella mañana, en las prácticas de Clínica Psiquiátrica, tenían que hacer historias clínicas a pacientes del Hospital. El profesor no estaba en su mejor día, y no tenía ni la más mínima gana de hacer de niñera de estudiantes, por muy de último año que fueran, así que los dividió por parejas y les encomendó hacer historias clínicas a pacientes, con cuidado de que no fueran agresivos, claro está. Tampoco tenía interés en buscarse problemas por tener un día gris.
A Toro y a Almudena les encargaron la historia clínica de un tipo que, aparentemente, estaba en estado catatónico desde hacía casi un año. No hablaba con nadie y su mirada estaba perdida siempre en el cielo. La televisión estaba puesta, pero le prestaba la misma atención que a los dos estudiantes.
- Bueno, pues tú verás... ¿qué le preguntamos? –dijo Toro delegando en su compañera.
- Buenos días, caballero—dijo Almudena alzando la voz, como si el paciente fuera sordo—. Somos estudiantes y venimos a hacerle unas preguntas.
- Yo para mí que esto nos lo han hecho para cachondearse de nosotros. Está claro que este no va a decir ni mu...
- Caballero, ¿puede decirnos al menos su nombre?
Toro se rindió pronto, viendo que su compañera tampoco le prestaba demasiada atención. Se sentó en la vacía cama de al lado del paciente, y le subió el volumen al televisor con el mando a distancia de la mesilla. La televisión contaba las últimas hazañas de los superhéroes americanos.
- Jo, a veces me gustaría irme a vivir a gringolandia, aunque sólo fuera para que se me pegaran los poderes de esos tíos.
Su compañera seguía esforzándose por sacarle una palabra al paciente, que mantenía su vista fija en el cielo, a través de la ventana de la habitación. Almudena comenzó a dar muestras de su desagrado hacia la pasiva actitud de Toro. En la tele, los Vengadores daban un nuevo comunicado sobre la nueva invasión alienígena frustrada. Comenzaron a aparecer imágenes de los temibles extraterrestres, que parecían gusanos gigantes. Los ojos del paciente se tornaron de un negro opaco y la cabeza giró hacia la televisión como un resorte.
- Que digo yo que tampoco estaría mal que ayudaras algo en lugar de sentarte ahí a ver la... ¡¡¡¡¡AAAAGH!!!!!
El paciente había crecido cerca de un metro y medio más y su cuerpo se desarrollaba por segundos. Uno de los tentáculos que le sobresalían de debajo de los brazos, agarraba a Almudena por la cintura levantándola en el aire. Toro no se podía creer lo que estaba viendo. Sin pensárselo dos veces, agarró la palanca para incorporar la cabecera de la cama y golpeó con fuerza en el tentáculo que agarraba a la “hippy de pega”. El tentáculo explotó como si hubieran detonado explosivos desde dentro. Una viscosa mucosidad violácea chorreaba por la cara de Toro, casi impidiéndole respirar. Se limpió todo lo rápido que pudo y aspiró con fuerza para recuperar el aliento. La sangre de aquel engendro se evaporó en ese momento, pasando en gran parte a los pulmones de Toro, con su inhalación refleja. Toro cayó al suelo y comenzó a toser costándole trabajo respirar. Sin llegar a perder el conocimiento, se incorporó a trompicones, como si estuviera borracho e intentó recuperar el control de su cuerpo. No podía permitir que aquel bicho le hiciese algo a Almudena. Entornó un poco los ojos para intentar ver mejor y vio a Almudena en el suelo, inconsciente. No había ni rastro del monstruo.

Cuando Toro despertó estaba en el mismo Hospital en el que se había desmayado, pero llevaba puesta una bata de paciente. A su lado, se encontraba Almudena, mirándolo fijamente. Su gesto era tan inexpresivo como siempre.
- ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
- ¡Nos acusan de dejar escapar al paciente! –dijo ella enfadada.
- ¿Al paciente? Dirás al monstruo...
- ¡Pues no nos creen! ¡Dicen que estamos drogados o algo así! Les he contado todo lo que pasó y dicen que es estrés postraumático...
- Bueno, pero... ¿no hay ni rastro de sangre o algo? Cuando le golpeé puso todo perdido de sangre y...
- Oye, hablando de eso... quiero darte las gracias por lo que hiciste. Fue muy valiente por tu parte... Creí que ibas a salir corriendo o algo.
- ¿Cómo iba a salir corriendo y dejarte ahí con ese bicho?
- Bueno, ya sabes... nunca te he tratado de manera muy amistosa y... ¡bueno! ¡es que todos los tíos me tratáis bien pero para intentar llevarme a la cama en la primera cita!
- Pues yo lo he conseguido... –dijo Toro sonriendo.
Almudena seguía con su gesto cerrado, sin parecer entenderlo.
- Estás en la cama, ¿no?
Almudena se rió ruborizándose. Toro desvió la mirada con vergüenza.
- Bueno, pues prepárate, que ahí viene la policía. Ahora te toca a ti declarar...

Los siguientes días fueron aburridos. Básicamente, la policía y los médicos del hospital recomendaron a los padres de Toro que permaneciese en su casa, así que se había pasado encerrado en su cuarto dos días jugando a la play y leyendo cómics. Lo que a priori parece un plan maravilloso, deja de serlo cuando es lo único que se te permite hacer. Además, sus padres no parecían confiar en la veracidad de la historia del paciente mutante mucho más que los médicos y la policía. Sólo Pedro parecía mostrar interés en la historia. Aquella tarde, jugaba con su amigo a la consola mientras comentaban las últimas hazañas de Spider-man y su enfrentamiento con Veneno.
- Pues yo creo que eso tiene que ser algo del ambiente, tío. No es normal que sólo haya superhéroes en Estados Unidos—postulaba Pedro.
- No sólo en Estados Unidos, leche. Fíjate el Capitán España...
- ¿Ese? Ese no es español. Ese nació aquí, pero lleva toda su vida viviendo allí...
- ¿Y el Capitán Britania? ¿Y Mancha Solar? ¿Y Fuego Solar?
- Nada, todos afincados en los EE.UU... No cuentan.
- Qué radical eres... Espera un momento, que ya estoy cansado de tanto vaguear.
Toro puso el juego en modo de pausa y se levantó de la cama. Comenzó a desperezarse con todas sus fuerzas. Pedro miró a su compañero de estudios y apenas podía creerse lo que estaba viendo. Nunca en su vida había visto algo igual a aquello.

¡Atención! Vuestra elección decidirá cuáles serán los poderes de Toro, el primer superhéroe español. Pensáoslo muy bien, que luego no habrá marcha atrás…




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6 comentarios:

snowy dijo...

Jo, la encuesta me da error u.u
Yo que quería que las cosas giraran a su alrededor. (aunque lo del mando me había tentado).

Anónimo dijo...

Bueno, ya me leeré la historia otro día con más ganas, que al saber que no hay gays me ha dado un bajón...

=(

Alejandro dijo...

Declaración de intenciones:
1) Pienso hacer caso a vuestra elección.
2) La tercera opción la puse casi corriendo, que no llegaba.
3) Leches, ¿superfuerza? ¿En serio? ¿Ese es vuestro ideal de poderes?
4) No quiero condicionar en absoluto vuestros votos.
5) ¿En serio? ¿superfuerza?

mushu dijo...

Eso te pasa por poner 3 opciones jaja

Anónimo dijo...

no no no el iman es lo mejor!!!
Me lo estoy pensando y puede ser divertidisimo!!!xD

Anónimo dijo...

edito para indicar, que no em funciona el sistema de votaciones :(