Lo que vais a ver a continuación es real como la vida misma. Son situaciones de gente anónima (casi todos) que alguna vez en la vida han decidido disfrazarse de Superman. ¿Qué pudo llevarles a ello? Veamos:
- Caso 1: El día que me casaba. Estaba harto de smokings y corbatas. Su sueño era casarse como no lo había hecho nadie. ¿De qué podía ir vestido para robarle el protagonismo a la novia? Sí, amigos, lo habéis acertado. Ella estuvo a punto de pedir el divorcio porque en la cama siempre la llamaba Lois. Después entendió que no se la pegaba con otra, sino que el chaval es friki de narices sin más. Cuando el cura lo vio así vestido hizo especial hincapié en lo de "en lo bueno y en lo malo, ¿te enteras?". Creo que algo se olía.
- Caso 2: El día que una chica me dijo guapo... y me lo creí. Este chico fue víctima de la crueldad femenina. Una amiga, al despedirse, le dijo: "Adiós, guapetón". Y, claro, el hombre no entiende de sarcasmo. Él se lo creyó a pies juntillas, y no se le ocurrió mejor cosa que disfrazarse de Superman para ir a buscarla a la salida del trabajo. Luego se preguntó por qué le había dado el bofetón y dejó de hablarle. Pero él sigue quedándose con aquel "guapetón". El dentista de su pueblo sigue viendo en él la gallina de los huevos de oro... pero él no se deja.
- Caso 3: El día que papá y mamá me disfrazaron. El pequeño Kal-El Jesús no sabía si reir o llorar. No podía creerse que sus padres fueran a sacarle a jugar con sus amiguitos así vestido. Para intentar olvidarse, aprendió a jugar a las cartas y ahora está en tratamiento para su ludopatía. A veces los padres no entienden que los hijos tienen sus propias aficiones, y que no se puede condicionar una vida por una afición. Aunque nunca lo ha reconocido, su sueño era que sus padres fueran fans de Wonder Woman...
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